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¡Abracadabra!

Le das con una varita mágica a tu interior,…, y ya tienes las soluciones para todo. 
En alguna de las conferencias a las que asisto – gracias a Dios no en una mayoría -  esta es la filosofía que se transmite: la respuesta está dentro de ti, tú puedes hacer cualquier cosa...
Y al  finalizar la charla, me queda la certidumbre de ser tonto de remate. Todos pueden, menos yo. Llevo un montón de años equivocado, ¿crisis, qué crisis?, o lo que es peor, todos estos años de esfuerzo, de constancia, de sacrificio, …, ¿Estoy tonto y los he perdido?
Me miro hacia adentro y veo que las posibilidades naturales, inconscientes, intuitivas, que me ofrezco son limitadas. Muy limitadas. Vamos, que cualquiera de las actividades que he realizado, trabajo, familia, deporte, etc, y con las que estoy medianamente satisfecho, me han supuesto un esfuerzo enorme. He tenido que recorrer un camino largo, complejo, tedioso, y difícil hasta llegar aquí.
Seamos claros. La frase “la solución está en ti” no quiere decir que no te preocupes,  que  ya te saldrá, que te vendrá todo dado. Justamente quiere decir que vas a tener que buscar, que trabajar, que pelear y  que sufrir, en el intento de alcanzar tu objetivo, tu meta.
Por favor,  que se borren los conferenciantes esa sonrisa de la cara. Claro que la solución está en ti. Pero porque el único que puedes solventar tus problemas eres tú. Porque sólo te valen tus soluciones. Pero hay que trabajarlas, fomentarlas, adquirirlas, formarlas. Y seguramente, en algún momento, tendrás que renunciar. Te darás cuenta de que eso que quieres conseguir va contra ti, o que buscas un imposible. Pero también en esa renuncia está la formación, está tu camino.
No te lo creas, no les creas, que no te engañen. Tú tienes tus respuestas. Claro que sí. Pero tienes que meterte a fondo en el fondo, para encontrarlas. Tienes que buscar y rebuscar, arremangarte y quitar la basura hasta encontrar tu verdadera solución, la que te permitirá   recorrer un camino que sea ecológico para ti, es decir, que esté de acuerdo con tu propia naturaleza. No es fácil, no. Pero,…, ¡ Es apasionante!

Sin perderte


Imagina que quieres ir del punto A al B. En este blog, permanentemente, hablamos de la racionalidad a la hora de establecer caminos: piénsalo, medita bien qué pasos quieres dar. Ok, ya has establecido el camino. El para qué del mismo. Tras dedicarle muchas horas de  meditación decides ponerte en marcha.  Y ahora a por el objetivo. De acuerdo, nadie te va a parar. Tu cabeza marca los pasos. Lo conseguirás.
Pero,…, existen señales aparentemente irracionales que de no tenerlas en cuenta,  pueden hacer que todo el castillo montado se nos venga abajo o que no escojamos el camino adecuado. .
Metidos en la vorágine de la consecución del objetivo, somos capaces de no oír nuestro estómago. Cuántas veces intuímos que algo no funciona y sin embargo, en pos del objetivo, desoímos estas señales y a base de racionalidad las tapamos y seguimos adelante.
La respuesta frente a esos pequeños desasosiegos irracionales puntuales - como pueden ser un malestar del estómago, una sensación de insatisfacción, un apagarse ligeramente una sonrisa, una desazón momentánea – suele ser: “Yo puedo y por tanto, borro esta duda momentánea porque,…” y comenzamos a pensar en las ventajas del objetivo, en lo que vamos a conseguir, en el logro de la meta, y, racionalmente, apagamos las voces interiores. Solemos considerarlo un éxito. “Puedo con los inconvenientes”.
Y al alcanzar la meta, resulta que no es como la habíamos pintado, que no nos satisface como esperábamos, que hay algo que nos hemos dejado en el camino y que nos hubiera hecho falta. Hemos conseguido satisfacer nuestro ego con la consecución del objetivo pero, aquello no funciona.
Por eso es importante oírnos. Y cuando nuestro “estómago” o nuestro “corazón” suena, hace ruido, hay que prestarle atención. Por seguir con la imagen de los ruidos, no debemos dejar que el ruido del objetivo tape el de nuestras sensaciones y emociones.
Claro que hay que ser racionales pero escuchemos esas pequeñas señales de aviso que nuestra intuición nos va dando. No te olvides que en el camino vamos a tener intuiciones casi contradictorias. Una vez detectadas, pensemos en ellas y lo que pueden significar justo en ese momento. Son las claves que nos darán la dirección correcta. Son las señales que nos ofrecen el mejor camino hacia el objetivo.  Aunque en ese momento nos parezca que nos desviamos.
Pd.- Si mi amigo me lee sabrá que esto va por él. Espero que con esta entrada entienda mejor lo que quise decirle. A mí me ha servido escribir sobre esto.

¿Cómo me ves?

Qué miedo da esa pregunta. Si eres tú quien la hace te tendrás que empezar a preguntar a ti mismo qué está pasando.
 
Porque no puede ser. Somos capaces de perder nuestro rumbo con tal de ser aceptados y queridos. Tras muchas de nuestras acciones erróneas se esconde el deseo de ser aprobados por los demás. Bueno, si sólo fuera el deseo, aún tendríamos salvación. Pero no, no sólo es el deseo. Es peor, es la necesidad. Llegamos a desesperarnos por obtener un reconocimiento del de enfrente. Esto nos lleva a tal grado de dependencia que al final, hacemos lo que haga falta por recibir una felicitación incluso de quien ni siquiera conocemos. La búsqueda de aprobación externa es uno de los mayores bloqueos mentales que existen.
¿Tan grave es esto? Pues sí – y me reconozco en estos supuestos en más de una ocasión – porque el estrés que nos genera la búsqueda constante de aprobación más la dejación de nuestros valores, sentimientos y necesidades, y la desesperación a que nos lleva   puede dejarnos noqueados y despersonalizados.
Así que, para no ser dramáticos veamos si se puede hacer algo para mejorar esto.
Lo primero será averiguar si mi nivel de autoexigencia me lleva a la desaprobación continua. Y claro, sí me  machaco permanentemente, entonces buscaré la  compensación en otro sitio. ¿Dónde? Pues en los demás. Necesitaré  desesperadamente la aprobación de los demás para sentirme bien.  ¿Cómo romperé este círculo vicioso? Pues racionalizando cada recriminación que me hago.. Al ser capaz de hacerla consciente y analizarla con cierta objetividad, disminuye el grado de autocastigo. Y al bajar este, aumenta la generosidad hacia uno mismo  y por tanto, eludimos la necesidad de que nos digan lo bien o mal que actuamos. El resultado es que se deja de pensar en la aprobación de los demás.
Hay que tener en cuenta también que esta necesidad comienza con un simple plegarse a las normas. Es más cómodo que hacer valer nuestra opinión. Poco a poco nos vamos acomodando hasta que nos abandonamos.  Por tanto otra forma de salir de esto es aprender a decir que no y a justificarlo.  Esto deberemos ponérnoslo como un ejercicio. Empecemos a rebelarnos contra alguna norma. A ver qué ocurre.
Finalmente, deberemos ser un poco generosos con nosotros mismos. Claro que se admiten consejos, claro que se admiten ayudas, pero al final, nuestra vida depende de  las decisiones que tomemos.  No podemos dejar esto en manos de otros.
Seguro que esta entrada va a dar para más pero de momento vale la pena preguntarnos cuales son las cualidades de esa persona que conocemos y que caen bien a todo el mundo… Ah, ¿que no conoces a nadie así?   

Sé lo que hago


Existe un síndrome que afecta en grado sumo a los políticos. Se llama síndrome de Hubris. (Sigue leyendo que esto no va de política). Fueron los griegos quienes acuñaron el término hubris, con el que designaban la falta más grande que podían cometer los héroes: creerse superior al resto de los mortales. 
El hubris (palabra derivada del término heleno hibris) es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses. 
Tampoco vamos a hablar de los héroes, porque se nos quedan muy lejos. Pero sí que podemos encontrar este síndrome en nuestro día a día.
Hay varias reglas para detectar este síndrome. Comentaremos algunas de ellas. Vale la pena tenerlas siempre presentes para evitar que, en nuestra vida, nos afecte el hubris.
La propensión narcisista a ver nuestro mundo principalmente como un escenario donde ejercitar el poder y buscar la gloria.
La preocupación desmedida por la imagen y la presentación
El modo mesiánico de comentar los asuntos corrientes y una tendencia a la exaltación.
La tendencia a hablar de sí mismo en tercera persona o a usar la forma regia de « nosotros ».
La excesiva confianza en nuestro propio juicio y un desprecio por los consejos o las críticas de los demás
El enfoque personal exagerado, tendente a la omnipotencia, de lo que somos capaces de llevar a cabo
La agitación, imprudencia e impulsividad.
Tras leer esta lista, y como me veo reflejado en algún punto, acudiré de nuevo a los griegos para aplicar su receta: humildad, reconocimiento, cuestionamiento de las acciones, reflexión y petición de perdón si corresponde (creo que sí). Además de poner un Pepito Grillo a tu lado.
En fin, revisa si en casa, en clase, en el trabajo, en tu asociación, con tu familia, con los amigos, en aquellos lugares y ambientes que te son cercanos, te está dando un ataque de “hubritis”. Ten cuidado, porque puedes resultar insoportable. ¿Qué te aporta este comportamiento? ¿Cómo te aplicarás la cura?
 
Saludos desde el Olimpo. Os mando recuerdos de los dioses.